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Descubren tres niñas en abandono en Nuevo Laredo

NUEVO LAREDO. Stefanía Yamileth come hasta el último frijol que le queda en el plato, sin dejar escapar el caldillo, para después pedir una porción y otra más, en el Comedor Comunitario de la colonia 20 de Noviembre.

La pequeña de 7 años llegó acompañada de su hermana Luz Angélica de 9; cohibidas se colocaron en el pórtico mordiendo las manos, descalzas y desaliñadas; fueron recibidas por personal de comedor y las sentaron en la mesa para después servirles el alimento.


Poco después llegó Carolina de 10 años, ellas son tres de seis hermanos que llegan con regularidad a comer ahí, aseguran vivir con su abuela de la que sólo supieron decir se llama Carmen y su madre Guadalupe Esparza en la misma colonia.

El apetito de las tres niñas era voraz, terminaron la primera porción hasta lo último y pidieron la segunda y la tercera, que sirvió la voluntaria Yolanda Santos Zárate, era evidente que no habían comido desde un día anterior, y en el mismo lugar.

“Mi mamá trabaja y llega tarde y no tiene tiempo de darnos de comer, a veces sí nos hace huevo y sopa, por eso venimos a comer aquí; los jueves descansa y nos deja con mi abuela”, comentó la mayor sin dejar de comer.

Al preguntarles si había despensa en su hogar, las tres se miraron y después contestaron que sí había para preparar comida, pero la realidad es que llegan todos los días con hambre poco antes de la 1:00 de la tarde al comedor comunitario.

Las menores confesaron quedarse algunas veces sin probar alimento y el hambre las obliga a salir de su casa a unas cuadras del lugar.

“Ellas son bien recibidas en el comedor, no se les niega la comida y se les sirve las veces que lo piden, se van a jugar al brincolín en el patio y ya en la noche en ocasiones las llevo a su casa”, declaró Rosario Jara Moreno, encargada del comedor ubicado en Carretera Anáhuac número 1527 al poniente de la ciudad.

Es tal el descuido de las menores, que el personal del lugar les permite quedarse en el comedor, pues las niñas declararon que la abuela, quien se supone las cuida, se enojaba con ellas.

Después de saciar el hambre, Stefanía, Luz Angélica y Carolina bebieron su agua de frutas, observan el lugar para después irse a jugar al fondo del patio, no sin antes sonreír y salir corriendo con otros niños.

“Esto es algo que nos llama la atención, llegan muchos niños desde que se abrió el comedor en la colonia y los atendemos, no sé que pasa con los padres, aquí tendrán comida mientras estemos”, concluyó Rosario.