Por culpa de una sicaria lo apodaron "el pata de queso"
La historia del apelativo con el que llamaron a Martiniano , cercano al fundador de Los Zetas en Tamaulipas.
México.- Tenía voz y mando. Sentía que nadie le haría nada por respeto a la jerarquía, pero una mujer le puso el alto. Martiniano , “El Z-74” recibió también el mote de “Pata de Queso”.
Una sicaria tomaba la ducha, el violento Jaramillo Silva la observaba. Sin más, ella tomó el arma, le apunto al pie y disparó, desde entonces le apodaron “El Pata de Queso” al líder regional en San Fernando, Tamaulipas, del bando conocido como Los Zetas Vieja Escuela.
Era cercano a Heriberto Lazcano “El Lazca”, entonces líder de Los Zetas. En 1998 Martiniano se encontraba con “El Lazca” y otros sujetos, elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional lo capturaron pero tiempo después recobró su libertad.
Desde entonces las autoridades lo buscaron ahora por homicidio, secuestro y delitos contra la salud. 19 años después fue recapturado por la Policía Federal en Tamaulipas.
De acuerdo con la investigación, se le relaciona con varios homicidios, como la ejecución de los 72 migrantes en San Fernando, ocurrido en el año 2010. También con el homicidio de la activista Miriam Rodríguez en el mes de mayo de 2017.
Encabezó el movimiento de búsqueda de desaparecidos, pero “El Z-74” estuvo detrás de su asesinato.
Como el caso de la activista, a Jaramillo Silva también se le relaciona con el homicidio de una persona originaria de Estados Unidos.
El hombre de 56 años había sido ubicado en Victoria, Tamaulipas. Estaba herido y fue detenido por las autoridades federales.
Fue trasladado a las instalaciones de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), de la Procuraduría General de la República (PGR), pero requería atención médica. Fue trasladado a un hospital, pero tres días después, “El Pata de Queso” murió por problemas de salud.
El día que mataron a 72 inmigrantes
Los 72 indocumentados asesinados en San Fernando, Tamaulipas, iban en un camión rumbo a Estados Unidos cuando, entre el sábado y el domingo del año 2010, fueron interceptados por un convoy de zetas .
Varias camionetas, según el relato del único sobreviviente de lo que es —hasta ahora— la peor masacre en la ola de violencia por parte del crimen organizado, le cerraron el paso al vehículo en el que viajaban las víctimas y los hicieron bajar de él. Les advirtieron que eran Los Zetas.
Uno a uno, los 58 hombres y 14 mujeres, entre ellos menores de edad, fueron colocados contra la pared dentro de una bodega del rancho, señalan las primeras investigaciones. Luego, se les obligó a quedarse con la cabeza agachada y fueron fusilados con ráfagas de armas de alto poder. Al final, los asesinos remataron con el tiro de gracia a cada una de sus víctimas.
Entre los fusilados estaba Luis Freddy, originario de Ecuador, quien se hizo pasar por muerto. El tiro final le entró, al parecer, por un extremo del cuello y salió por la mandíbula. Esperó ahí, tendido, hasta que los victimarios se fueron y pudo escapar. Él fue el único sobreviviente.
Hasta el momento, lo que es un misterio, es cómo recorrió los casi 22 kilómetros que separan al sitio del punto donde hizo contacto con personal de la Armada de México al que pidió ayuda.
Al pedir auxilio, Luis alcanzó a decir que “la matanza fue hace poco”. Narró que los maleantes les ofrecieron trabajo como sicarios, y que ganarían mil dólares a la quincena. Todos se resistieron y con el rechazo vino la masacre.
En principio, los marinos no le creyeron, ya que en otras ocasiones han sido emboscados con mentiras.
Eran cerca de las siete de la mañana del lunes cuando los marinos tuvieron contacto con él, quien balbuceaba que había más de 70 muertos en un rancho, pero los infantes de Marina lo tomaban con reserva. El jefe de la partida informó a sus superiores y se decidió hacer un reconocimiento aéreo en la zona y cuando se sobrevolaba fueron agredidos, lo que les hizo deducir que había indicios de que fuera verdad la masacre narrada por el sobreviviente.
Al caer la noche del lunes, los infantes de Marina tuvieron que replegarse hacia Matamoros ante la posibilidad de una emboscada del grupo criminal de Los Zetas. El martes por la mañana, con mayor personal y pertrechos llegaron hasta el rancho y descubrieron los 72 cuerpos dentro de una bodega de maíz abandonada. Estaban maniatados y con los ojos vendados.
Lo distante del rancho y lo inseguro de la zona hicieron que sólo hasta casi a la medianoche del martes se tuviera completa la información de la masacre. Otros 70 marinos a bordo de vehículos con protección y armamento para enfrentar a los delincuentes se trasladaron hasta las inmediaciones del rancho donde se produjo un enfrentamiento en el que murieron un marino y tres criminales. En la acción se detuvo a un menor originario de Veracruz, quien habría participado en la matanza.
El sobreviviente comentó que había entre ellos gente que venía de Brasil, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Guatemala. En el reporte sobre las víctimas se menciona que una de las 14 mujeres se encontraba en un avanzado estado de embarazo. La mayoría era gente joven y en edad productiva.
Una de las hipótesis sobre la masacre considera que los asesinos, presuntamente de Los Zetas, buscan enviar un mensaje de temor para quienes se resisten a trabajar para ellos o bajo sus órdenes, especialmente a los ilegales que cruzan hacia Estados Unidos.
El menor detenido, según las primeras versiones, está totalmente adiestrado para no revelar información sobre las actividades que realizaba. Las primeras declaraciones las hizo sólo ante personal de la Procuraduría General de la República, que se hizo cargo del caso desde la tarde-noche del martes.
5 años de impunidad
A cinco años de que ocurriera este multihomicidio, no hay nadie en el país que purgue sentencia alguna. En un principio las autoridades mexicanas atribuyeron el crimen colectivo al cártel de Los Zetas; en febrero pasado el entonces procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, se reunió con el fiscal ecuatoriano, Galo Chiriboga, a quien le dijo que por el caso de San Fernando había siete presuntos responsables acusados por homicidio.
Nada dijo de otros delitos que se pudieron haber cometido en la masacre, como tráfico de personas, uso de arma prohibida o corrupción de servidores públicos. Y aunque el funcionario se comprometió a que habría sentencias para los acusados, dejó el cargo y eso no ocurrió.