El ingeniero que enseña a los oaxaqueños a como cultivar mejor la mariguana
Cuanto más se retrasan las políticas públicas para ofrecer alternativas, más gente se suma al movimiento de hacerlo por su propia cuenta.
“¿Y qué parte de la mariguana es la que hace que le dé hambre a uno?”
La pregunta venía de la genuina indagación de un campesino que por primera vez conectaba la parte recreativa del consumo de mariguana con su punta terapéutica: "Ahora en este momento tengo un abuelo que está enfermo. Ya desde hace tiempo no le da hambre, y no está comiendo bien”.
Pablo quería saber qué hacer en la práctica para ayudar. Toda su vida había conocido esta planta. A los 15 empezó a cultivarla él mismo, pero aunque la consumía de manera lúdica, hasta hace muy poco no imaginaba que podría transformar esa planta en medicina para su propia familia.
Era un miércoles ya tarde en el pueblo de San Pablo Guilá, a poco más de una hora y media de la capital de Oaxaca. Una zona de gran productividad en la que emergía el cultivo de jitomates en invernaderos que resplandecían bien distribuidos por todo el paisaje.
“Ese cultivo y esa técnica fue muy incentivada los últimos años por un programa del gobierno, implementado para estimular la sustitución de los cultivos de mariguana, que ya eran generalizados y vistos como un problema”, me explicó Daniel, un ingeniero agrónomo especializado en horticultura tropical que después de asesorar cultivos variados por el país decidió volver a Oaxaca. Una vez allí no tardó mucho para que empezara a trabar contacto con plantas de cannabis. “Después de aclarar dudas sobre los cultivos de espinacas y tomate, la gente de repente te pregunta: ‘oiga, ¿y para la motita?'”
Medio-costeño, medio-oaxaqueño, como se define, Daniel comparte rasgos físicos y culturales con sus compañeros campesinos. La convivencia con la planta de cannabis se dio “desde siempre”: muchos familiares suyos eran cultivadores, pero llegó a consumir mariguana apenas hasta la universidad. “Era una planta, y yo estudio las plantas pues…”, se justifica con humor. Se le hizo claro que también se trataba de una potente medicina cuando se dio cuenta que le quitaba las migrañas crónicas, una condición que le había conducido a someterse a experimentos con fármacos de prueba.
“Los mismos doctores del ISSTE me incentivaron a dejar el Diacepam porque no me hacían efecto y tenían efectos colaterales. Después de eso comencé a consumir con regularidad y me di cuenta que era porque me ayudaba”.
Después del suceso que eso le quitaba las migrañas crónicas, una condición que le había conducido a someterse a experimentos del autoterapia, empezó a probar con el aceite de la mariguana para tratar el Alzheimer de su mamá, los dolores crónicos de su tía, el estrés post traumático de sus primos exmilitares, la diabetes de su prima. No faltaba alguien de la familia con algún padecimiento o enfermedad en el que el cannabis pudiera ayudar. Con alguna experimentación y estudio, Daniel acopló una nueva presentación a su carpeta de cursos de asesoría agrícola que saca siempre que tiene chance: la de cannabis. “Yo empiezo hablando de lo que les interesa, les enseño de todo, a manicurar, secar, procesar para hacer aceite. Y luego que tengo su atención hablo de las acciones terapéuticas”, dice.
Basado en su experiencia de incursiones al interior, Daniel estima que la población activamente produciendo cannabis llegue hasta un 70 por ciento en algunos pueblos, aunque en pequeña escala. “Este cultivo siempre ha estado presente en la cultura de Oaxaca, desde mucho antes de la prohibición.
Hay incluso una normativa estadual de la época del porfiriato que permite a la gente tener hasta 100 plantas, pero la suscribe la ley federal que prohíbe toda y cualquier planta”. Hay monocultivos, “pero sobre todo la mariguana aquí hace parte de un policultivo de traspatio, que comparte espacio con plantas como maíz, frijol, calabaza, especies aromáticas y medicinales, y juega un papel central en la economía familiar”, emenda.
La complicada geografía imbricada de dos sierras que atraviesan el estado termina de contribuir para esa organización productiva, así como dificulta la territorialización por grandes organizaciones criminales que acaban produciendo monocultivos de larga escala.
Presionado por una demanda humanitaria, así como por la creciente y pujante industria legal norteamericana, el gobierno mexicano está cediendo poco a poco. El parecer legal más reciente es de junio de 2017, y permite la producción y procesamiento para fines medicinales y de investigación. La secretaria de salud tendría hasta diciembre de este año para regular como se daría esa producción y que tipos de actores serían beneficiados.
El politólogo experto en drogas Jorge Hernández Tinajero no cree que los productores tradicionales serán contemplados. “Probablemente tendrán que ser instituciones médicas y de investigación. Yo creo que la única manera en que podían ser inseridos sería si trabajan una empresa que tenga el permiso, o que pudieran producir cáñamo industrial. Asimismo no creo que ninguna empresa nacional sea beneficiada".
A lo que emenda: “lo que queda claro es que lo más difícil es que se permita el cultivo privado de cualquier fin. Hay movimientos como de los de AMEM entre otros que han metido solicitudes para el cultivo privado y allí es donde se va a dar la batalla: la sociedad civil moviéndose para presionar por su derecho de hacerlo".
Daniel lo ve como una oportunidad de actuar hacia el mejor desarrollo de base de un cultivo de larga raíz en este territorio. “Esto ya es una industria establecida. Hay que quitarle el velo que le cubre para que esa industria pueda tener un desarrollo adecuado. Entonces podrían dar la oportunidad a este pueblo que de por sí ya tiene el conocimiento y las especies nativas, de poder volverse en focos de desarrollo para toda la región y el país. Pero para eso, hay que irse profesionalizando desde ya”.
La popularización de los usos terapéuticos y manipulación del cannabis en el país sirve mucho a la emancipación social y al estímulo de la autonomía de los pueblos y de los ciudadanos. Es lo que cree Polita, integrante de Cannativa, el primer colectivo a diseminar la educación popular en cannabis medicinal en Mexico.
En 2016, se registró uno de sus cursos prácticos para pacientes,en aquel momento hecho de manera anónima y clandestina. Para ella se perfilará en el futuro próximo un importante debate alrededor del abasto de productos terapéuticos hechos con cannabis: “Muchos tratarán de descalificar la producción artesanal. Grandes productores, representantes de la industria, médicos y farmacéuticos. Educarse es la mejor manera de que la gente se dé cuenta que la producción, el autocultivo y el auto abasto son de muchos de ángulos la mejor alternativa en este presente. Siempre que se estudia y se comprenden sus variables y su potencial, las posibilidades son infinitas”.
Hoy día se encuentran anunciados abiertamente en Facebook muchos cursos similares, de al menos otros cinco colectivos sólo en la CDMX. Es un hecho que la demanda por información está creciendo, en la ciudad y en el campo. Al parecer cuanto más se retrasan las políticas públicas a ofrecer alternativas, más gente se suma al movimiento de hacerlo por su propia cuenta.