Una vuelta al infierno: La historia de un sobreviviente que fue levantado por el CJNG por creer que era Zeta
"Después de recibir el impacto en el rostro alcancé a escuchar cómo se burlaban. Les decían a mis amigos que también los iban a matar”. José Domínguez (nombre ficticio) de 26 años, originario del Estado de México, se encontró con la muerte.
En enero del 2011 salió de su hogar rumbo al Estado de Veracruz en busca de una novia. Al poco tiempo la relación fracasó, y ante la desilusión amorosa decidió quedarse en el puerto para probar fortuna, juntar dinero y regresar a casa.
José fue recibido en casa de su tía en Tierra Blanca, Veracruz, al sur del estado, se instaló y se puso a trabajar como lavador de autos.
Uno de sus primos trabaja cómo halcón para la organización de los Zetas, en esa localidad. Labor que en muchas ocasiones le fue ofrecida.
“Mi primo me decía que me metiera, pero nunca quise. Me ofrecía buen dinero pero nunca me llamó la atención. Sí me drogaba, tomaba. Me gustaba andar en el desmadre”, comentó al contar su relato.
El trabajo de halcón requiere de vigilancia sobre todos los movimientos de la policía, Ejército y Marina. Por esta tarea se les paga alrededor de $320 dólares quincenales (unos 4 mil pesos).
“Es algo por lo que se quiere aventar uno, porque no hay oportunidad de trabajo en Veracruz, ni de ganar buenos sueldos”, aseguró en entrevista.
Los halcones también se encargan de decir quién consume o vende droga sin el permiso de la organización.
Reinado zeta
Veracruz se ha convertido en uno de los estados más violentos de México pues la organización de los Zetas ha fincado sus reales en esa zona que tras el arribo del Cártel Jalisco Nueva Generación en el 2011 la violencia se incremento por la disputa del territorio.
El domingo 17 de noviembre de 2012 Rubén salió de casa por la mañana. Acompañaba a su prima al mercado. No se imaginaba que la vida le daría una nueva oportunidad.
Al regresar del mercado, el sol abrazaba Tierra Blanca. José encontró a sus primos, y con ellos pasó el resto del día tomando cerveza.
Al caer el sol, un poco tomado, decidió marcharse. Sus primos le comentaron que debían “ir a jalar” (a trabajar).
“Se me ocurrió pasar a casa de un amigo, El Patón a ver si me invitaba una cerveza, y así fue, mientras yo tomaba, mis amigos fumaban un toque de marihuana en el patio.”
En la casa se realizaba el rezo por la muerte de la madre del Patón. En la casa se encontraban siete personas de las que se llevaron a tres; Rubén entre ellos.
“Después de diez minutos le dije al Patón: 'ya me voy a mi casa'. Cuando iba saliendo me interceptaron. Yo pensé que eran policías, estaban vestidos con uniformes, y me indicaron que me tirara al suelo”, relató.
“Los demás no se querían agachar del susto. Les pegaron, los sacaron y montaron en una camioneta Ranger. A su papá y hermano los estaban golpeando. El Patón les dijo que ellos no tenían nada que ver. Su hermano, que padece una discapacidad junto con su padre fueron bajados", dijo.
Esa gente eran del Cártel Jalisco Nueva Generación que un año antes habian llegado a la entidad y habian comenzado una encarnizada guerra con los Zetas a quienes querían desaparecer y que actualmente no lo han logrado...
Víctima de la violencia
Al subirlo a la camioneta al asiento trasero, Rubén se percató de que iba en medio de dos personas: una mujer y un hombre. Ambos armados y vestidos de policía. Salieron del lugar seguidos por otra camioneta.
Fueron golpeados y les cubrieron con su camisa la cabeza, para no ver el camino. Minutos después, a Rubén le preguntaron cuál era su relación con “El Patón”. Él contestó: “es mi amigo. Estábamos en el rezo de mi mamá”.
“Yo me puse nervioso venía pensando en escapar. Quise abrir la puerta del lado de la chava para tirarme de la camioneta y no pude. Empecé a forcejear con ella y en el momento del forcejeo, ella no la pensó y fue cuando me disparó”.
La detonación de momento no le dolió. Aturdido y casi desmayado por el impacto en el rostro fue cayendo. Escuchó que la mujer decía “creo lo maté”.
En cuestión de segundos reaccionó. Se hizo el muerto pensando que lo podrían tirar para no manchar la camioneta de sangre.
“Después de media hora de camino nada más sentía yo calientito, como iba desangrándome. Simplemente la mujer se monto en mí, me levantaba la cabeza, me pegaba, pellizcaba, y decía “creo que le saque los sesos”. Yo dentro de mí pensé, qué tan grave ha de haber sido el impacto para que ella piense que estoy muerto”.
Los sicarios se venían burlando, y decían “si se ponen al pedo igual les va a pasar, así que mejor calladitos. La camioneta siguió avanzando, y llegaron a un lugar en medio del monte. Al bajarse, los de la otra camioneta dijeron “bajen a este chavo que está muerto”.
“Me bajaron y me depositaron a unos cuantos metros en la maleza. Empezaron a interrogar y torturar a mis amigos, que ¿quién vendía droga? Y por quererse desafanar (librarse) del problema, “El Patón” comenzó a mencionar a otros chavos que también venden droga”.
Los sicarios les dijeron “a ver si es cierto todo lo que me dices, si no vas a ver ahorita”, y los subieron a la camioneta. Uno de ellos dijo, hablando de Rubén, “a ese chavo quiero que lo suban, y que lo quemen”.
“Eres uno de ellos, no te hagas”
“Yo pensé que me iban a quemar, en el momento me dio miedo, pensé que me iban echar gasolina. Tenía ganas de echarme a correr, pero dije 'no, si me echo a correr ahorita me van a disparar'. Ya fue que me puse flojito otra vez y me arrastraron a la camioneta. Me aventaron atrás. Uno de ellos iba a ir conmigo sentado en la batea pero le dijeron que se fuera adelante", aseguró.
Al avanzar la camioneta, minutos después, José advirtió que estaba cerca de las vías del tren, en Tres Valles, Veracruz. Se quitó la cobija e intentó, poco a poco, tirarse para que no lo vieran. Se aventó de la camioneta, salió rodando y se quedó quieto. La camioneta siguió derecho. No se percataron que había escapado.
“Ya fue cuando me toqué la cara y me di cuenta que la tenía destrozada. A lo lejos vi unas luces, fui a pedir ayuda. Una chava hasta se espantó, me ayudaron, llamaron a la policía y a la ambulancia”, expresó.
Al llegar al hospital del pueblo no lo pudieron atender, lo pusieron en una camioneta esperando llevarlo a otro hospital. En esas horas de espera pensaba que podrían regresar a rematarlo, ya que la policía trabaja con los criminales.
Horas después llegó la Marina quién lo interrogó. Le decían “eres uno de ellos, no te hagas”. José negó esa afirmación, y les reveló la verdad, dijo que lo habían levantado en la casa de un amigo que vende droga. Los marinos lo llevaron al puerto de Veracruz, dónde fue atendido y operado.
El daño que provocó el fusil fracturó la mandíbula, perdió hueso y mucho tejido. Todos los dientes de abajo y dos de arriba fueron despedazados.
Una salida del infierno
Una semana después de estar en el hospital fue trasladado por su familia a la Ciudad de México para evitar que lo fueran a buscar.
“Dios me ayudó. Tenía miedo que se dieran cuenta que estaba respirando o que me tomaran el pulso, para ver si estaba muerto o me dieran el tiro de gracia”.
“Nunca había visto gente tan cruel. La chava que me dio el tiro se me encimó y decía “creo que le saqué los sesos y se reía”. Era una mujer como de 28 años, bonita, chaparra. Me movía como jugando.
José, desde que subió a la camioneta, pensó que lo iban a matar, estaba resignado, el mayor temor era que lo torturaran.
Sus amigos fueron encontrados descuartizados con un narco-mensaje. Tres dias después de los hechos los periódicos daban la noticia.
Para Rubén esta experiencia lo ha cambiado, piensa ayudar a sus padres y salir adelante. Están felices de que su hijo librara la muerte.
En la actualidad su propósito es recuperarse, para eso necesita algunas intervenciones quirúrgicas. Le agradece a Dios el haberle concedido la oportunidad de salir del infierno, y regresar de la muerte.