Tamaulipas: Viajar a la frontera de la mano de la policía
Todos los días, minutos antes de las 7 de la mañana, autos particulares con familias completas, con amigos ansiosos por irse de compras a la frontera o con comerciantes acostumbrados a viajar solos, se forman frente a la sede de la Policía Federal, en la popular avenida “El 8“ de Ciudad Victoria, Tamaulipas.
No se necesita convocatoria formal. Desde hace cuatro años los policías saben que los conductores acudirán a la cita. Hoy son una decena pero, en temporada de vacaciones, la fila puede ser hasta de 200 autos. Ni un solo día la caravana se ha cancelado. Y ya van 4 mil 300, todas con “saldo blanco”.
La rutina es la misma: antes de salir, los agentes preguntan el nombre de cada uno de los conductores y hacen una lista; advierten que irán a más de 100 kilómetros por hora, y avisan que está prohibido rebasarse. Algunas veces, van dos patrullas: una se coloca hasta adelante y otra detrás; otras veces, sólo va sólo una. Torretas encendidas es la indicación de partida rumbo a la carretera federal 101 de Tamaulipas.
Una hora más tarde, dos hileras de autos más salen también escoltadas desde las ciudades fronterizas de Matamoros y Reynosa.
Oficialmente, todo este procedimiento se llama “Operativo Escalón”, pero todos aquí lo conocen simplemente como “las caravanas de la Policía Federal”.
No hay otra manera de viajar seguro en auto en estas carreteras, donde los robos se dispararon 112% de un año a otro y en las que se ha secuestrado a decenas.
Desde entonces, la regla es viajar en grupo y nunca hacerlo de noche. Mejor en caravana, porque ningún gobierno ha podido garantizar la seguridad de otra manera. Viajar solo es jugarse la vida.
“Los autobuses salían con 40 personas, pero sólo el chofer llegaba a su destino… todas esos pasajeros que se perdieron… todos esos de los que nadie sabe…”.
La voz de Jorge no oculta el tono de coraje mezclado con impotencia. Supervisor de la central camionera de Reynosa, cuyo nombre real pide que se reserve, recuerda hechos que han dejado una herencia de miedo: En 2010, la tarde del miércoles 24 de marzo, una denuncia de Omnibus de México alertó del terror que vendría. Uno de sus autobuses que salió de Victoria hacia la frontera no llegó nunca a su destino.
Los casos siguieron. Para abril de 2011 los peores temores se confirmaron. Sumaban casi 200 personas encontradas en fosas clandestinas de San Fernando, entre ellos pasajeros de los autobuses secuestrados por Los Zetas.
No hay ‘vuelta en U’ que permita escapar de este miedo. La gente, dice Jorge, tiene que viajar en autobuses, pero el “peaje” que ha cobrado la violencia está a la vista: si para los automovilistas son las caravanas, para los autobuses el costo ha sido cambiar de horarios, modificar rutas y, de plano, desaparecer otras, como la Monterrey-Tampico o Ciudad Victoria–Celaya.
En una década, desde su puesto en la caseta de vigilancia donde labora, Jorge ha llevado puntual registro del cambio. Las líneas de autobuses más grandes han recortado hasta 8 de cada 10 viajes en algunas corridas. Y otras locales como Huasteca, Tres Estrellas o Élite, de plano ya desaparecieron.
“Hasta viajar al Cielo se ha vuelto más complicado”, cuenta con un tono que apenas permite adivinar la ironía. En el sur de Tamaulipas, cerca de la frontera con San Luis Potosí, está la reserva ecológica “El Cielo”, un área natural de casi 145 mil hectáreas reconocida por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Hasta allá llegaban autobuses de turistas.
“Había una ruta que se llamaba trayecto del Cielo que iba para allá, iba por toda la sierra y salía desde ciudad del Maíz en San Luis Potosí. Un espectáculo. Ya es historia…” Grupo Senda, que tiene rutas locales en Tamaulipas, canceló todas las corridas nocturnas en donde se hacían paradas intermedias incluyendo la de El Cielo, explica uno de sus choferes.
Solos y de noche, ni la policía
“Llegué a Matamoros en la caravana y me pude haber regresado a Victoria en la tarde, pero los policías federales te recomiendan mejor que te quedes ahí y te regreses al otro día tempranito. De noche no salen ni ellos.”
Hugo tiene 21 años y habla con naturalidad del peligro en las carreteras, como si fuera algo que siempre ha existido. En su auto compacto, manejó 300 kilómetros desde la capital, Victoria, donde estudia, hacia el norte hasta llegar a Matamoros, frontera con Estados Unidos. Unos apuntes olvidados para un examen fueron el motivo de su viaje.
Siguiendo la indicación de los agentes, esperó hasta el otro día para volver a la capital y se encontró con la caravana en el punto conocido como “La Y” en San Fernando, que se llama así porque se juntan las carreteras que vienen de Victoria, Matamoros y Reynosa. Es en ese sitio donde los policías revisan que todos vengan bien, intercambian las bitácoras y las filas de autos que acompañarán el resto del recorrido se suman.
El joven mira su reloj deportivo: son las 9:35 de la mañana. Su preocupación es el tiempo y el horario del examen, no los sicarios. Aún tiene que llegar a cambiarse, viene en bermudas y es estudiante de Derecho.
Rosa María, quien también va en la caravana, recuerda que hace no mucho las cosas eran distintas. Conduce una camioneta jeep blanca, modelo 2009 y con placas de Texas, matrícula común en los autos que los mexicanos compran más baratos del “otro lado”.
Antes de 2010, dice la conductora de 55 años, “yo me metía en mi camioneta y me iba de aquí de Victoria a las 6:00 de la mañana y para las 4:00 de la tarde ya estaba en Austin (Texas), y lo hacía sola totalmente, con mi radio puesto y tranquila”.
Eso se acabó. Como dice Hiram, otro tamaulipeco: “Ahora resulta que nos tienen que llevar de la mano”.
“No hagas nada, no te muevas”
Antes de ser supervisor de la central de Reynosa, Jorge pasó dos décadas trabajando como chofer y mecánico. En la carretera le tocó ver de todo, pero nada como lo ocurrido en los últimos años. “Es preocupante pues este es un servicio básico. Pierdes los autobuses y pierdes el estado”, dice con tono pausado.
El transporte de pasajeros continúa pero bajo otras reglas: más seguridad, menos rutas y mayor tiempo de recorrido.
Por ejemplo, los autobuses que parten por la mañana de Reynosa y Matamoros hacia Ciudad Victoria tienen que esperar unos minutos en las salidas de ambas ciudades para ser formados y escoltados por la Policía Federal. Este retraso ya se considera en los tiempos de recorrido que crecieron de cuatro a cuatro horas y media, dice Reyna.
Sergio Quevedo, chofer con más de 20 años de experiencia que ha trabajado en dos de las principales líneas de autobuses del país, ADO y ETN, se sabe el procedimiento y también los inconvenientes. “Los federales te ordenan que vayas avanzando a cierta velocidad sin pararte y así te escoltan hasta San Fernando. Hay muchos pasajeros a los que no les gusta que vayamos de prisa pero que se puede hacer. Sólo obedecer”.
Además, autobuses como el que ahora conduce Quevedo —un Volvo de lujo con dos niveles para 36 pasajeros— cuentan con más medidas de seguridad. Cámaras interiores con un monitor en el tablero del conductor para ver el estado de los pasajeros, o localizadores GPS que pueden ser la diferencia entre perder o no una unidad —y a sus ocupantes— para siempre.
Y están los retenes. En algunos no es necesario ni detenerse, como los de la Policía Federal, que escanean con una máquina de Rayos Gamma el interior de las unidades; solo hay que pasar más despacio. Pero hay otros, como el retén militar a la entrada de San Fernando, en donde se ordena a los pasajeros que bajen para una revisión completa.
Máquinas y arcos de rayos X revisan las maletas y a los viajeros. Además, personal del Instituto Nacional de Migración pide a cada persona que se identifique.
¿Y si resulta que el retén no es de las autoridades sino del crimen organizado? Arturo Urrutia, otro chofer con más de 15 años de experiencia que trabaja para ETN, dice que cada año tienen capacitaciones en México o en Monterrey sobre manejo con precaución y atención a pasajeros. Pero para casos de violencia, la instrucción que siempre les repiten es sencilla y clara:
“No hagas nada, no te muevas, no te resistas. No solo tu vida está en riesgo sino la de tus pasajeros… cuando todo pase y te dejen ir conduce al poblado más cercano y llama a las autoridades”.
Como en todo, hay choferes que no han seguido este consejo. Un operador de la línea Transpaís lo recuerda antes de partir con su autobús de la terminal de Victoria. Fue hace dos meses y le pasó a su compañero, a unos 45 minutos antes de llegar a Reynosa. Hombres armados le dijeron al chofer que se parara y él aceleró. Entró a más de 120 kilómetros por hora a la ciudad fronteriza. Como reprimenda: un disparo.
“El orificio de la bala quedó en la ventana lateral del conductor. Él se salvó pero si el tiro hubiera sido 15 centímetros más abajo, su vida no hubiera sido la única en peligro... Se llevaba a más de 40 pasajeros consigo”.
Animal Politico.