Miedo de ser asesinado: aprender a vivir con el narco
Su enorme casa con jardín en Ciudad Victoria, Tamaulipas, se encuentra rodeada por altos muros; y esa casa, a su vez, está dentro de una comunidad resguardada por vallas aún más altas y rodeada por guardias de seguridad. Pero incluso aquí, sentados en su sillón y rodeados de fotografías familiares e imágenes religiosas, este empresario sigue sin sentirse seguro.
"Nadie confía en nadie", dijo. "Hace diez años, esta casa no estaba cercada. Los hijos de los vecinos venían a jugar aquí".
Pero en los últimos tiempos, él ha ido al funeral de cuatro amigos cercanos y mandó a sus hijos a vivir en lugares más seguros. Como casi todas las personas con las que se puede hablar en Tamaulipas, al noreste de México, el hombre de negocios sólo hablará de los problemas de seguridad si puede permanecer en el anonimato. Aquí todos tienen miedo a represalias de los criminales.
Esta entidad fronteriza con Texas, ha sido el centro de los esfuerzos del gobierno para contener a los cárteles del tráfico de drogas desde que el expresidente Felipe Calderón lanzó una campaña militar contra el crimen organizado hace ya una década. Su sucesor, Enrique Peña Nieto, continúa por el mismo camino.
Una ofensiva particularmente intensa contra el conocido cártel de Los Zetas, cuya base está en este estado, logró derribar a la mayoría de los líderes del grupo entre 2012 y 2015. Pero poner a estos famosos líderes criminales tras las rejas, o bajo tierra, ha servido de poco para salvaguardar la seguridad. De hecho, los habitantes de Ciudad Victoria, la capital, dicen que las cosas nunca habían estado tan mal en Tamaulipas. Esto es aprovechado por las facciones de Los Zetas, que luchan para llenar los vacíos dejados por la estrategia del gobierno.
Una prueba de lo mal que andan las cosas se dio en marzo de este año, cuando una 'narcomanta' [cartel colgado en algún lugar público con un mensaje de los criminales], amenazaba con comenzar a asesinar a civiles si el gobierno no detenía el proceso de extradición de dos líderes encarcelados. Desde entonces, otras 'narcomantas' han reiterado la amenaza y los homicidios han aumentado.
"El estilo de vida ha cambiado completamente aquí en Victoria", dijo el propietario de una pequeña tienda casi en secreto.
El hombre admitió que paga una cuota a los cárteles a cambio de protección para que dejen tranquilo su negocio, pero aún así vive con miedo. Su familia está en contacto todo el tiempo a través de un grupo de WhatsApp, en el que todos los miembros informan dónde se encuentran, con quién están y a la hora que llegarán. Todos están conscientes de lo que puede pasar. El hombre dijo que uno de sus tíos fue asesinado por Los Zetas en 2015, sin razón aparente.
"Llegaron a su casa armados, lo sacaron para luego llevárselo y después lo mataron", dijo. "¿Por qué? Quién sabe".
El número de homicidios en México aumentó en los primeros años de la ofensiva de Calderón contra los cárteles, y luego disminuyó un poco al final de su mandato de seis años y durante los primeros del gobierno de Peña Nieto. Pero ahora, la estadística de asesinaros han vuelto a subir. De acuerdo con cifras oficiales, hubo 10.301 homicidios entre enero y junio de este año. Esto es un 15 por ciento más que el número de muertos durante el mismo periodo en 2015, aunque el promedio de 57 homicidios al día sigue siendo menor que de lo que fue en 2011, año en que alcanzaron un pico.
Muchas de las peores atrocidades a lo largo de la década fueron cometidas por Los Zetas en Tamaulipas, como la masacre de 72 migrantes centroamericanos desarmados e indefensos en 2010, en el pueblo de San Fernando.
El cártel de los Zetas se formó en el estado a finales de los noventa, cuando desertores del ejército y la policía fueron reclutados por el líder del Cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén, como sus guardaespaldas. Fueron liderados por Arturo Guzmán Decena, alias Z-1, a quien el ejército asesinó en 2002.
El origen del nombre del cártel está rodeado de historias. Una de las más comunes es que no hay nada más después de la letra Z. El nombre infunde tanto miedo, que en algunas partes del país con fuerte presencia de Los Zetas, los lugareños evitan decirlo en voz alta, así que prefieren usar frases como "los de la última letra".
Heriberto Lazcano Lazcano, conocido como Z-3, se encargó de alimentar esa reputación después de que tomó el lugar de Z-1 y llevó al grupo a independizarse del Cártel del Golfo.
En 2010, la ruptura de los cárteles desató una de las peores guerras en suelo mexicano, librando varias de sus batallas más fuertes en Tamaulipas. Eso dio lugar a un esfuerzo especialmente enfocado a derribar a los líderes de Los Zetas.
La Armada de México asesinó a Z-3 en 2012. Esto dejó al cártel a cargo de Miguel Treviño Morales, apodado Z-40. Se cree que su captura se debió a los problemas internos que desataron la actual ola de violencia en Ciudad Victoria, donde Los Zetas han mantenido un fuerte dominio de la actividad criminal y de las autoridades locales.
'Eso es terrorismo, en toda la extensión de la palabra'.
"Un grupo quiere el control de Victoria, y el otro no lo quiere soltar", dijo un oficial del estado de Tamaulipas, nacido y criado en Ciudad Victoria, quien alguna vez sirvió en el ejército mexicano. "Antes le rendían cuentas a un jefe, a un solo patrón".
El oficial de policía estatal, quien también pidió permanecer en el anonimato por miedo a posibles represalias, identificó a una de las facciones de Los Zetas como el Cártel del Noroeste, supuestamente dirigido por Kiki, también conocido como Kiko Treviño, un sobrino de Z-40 y Z-42. El otro bando es llamado Grupo Bravo, también conocido como Vieja Escuela Z. Los nombres pueden dar la impresión de que las peleas son entre antiguos y nuevos líderes, pero la rivalidad tiene más qué ver con los diferentes bastiones territoriales y la falta de líderes que puedan mantenerlos juntos.
"Sucede lo mismo que con las hormigas", dijo un policía sobre la 'kingpin strategy', estrategia desarrollada en 1992, por la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) para combatir directamente a los líderes criminales, lanzada por Calderón en 2006, continuada por Peña Nieto. Explicó que cuando terminas con la "hormiga reina" y no terminas con todo, los insectos se reagrupan y vuelven al hormiguero; eso, o alguien más toma el lugar de la reina.
El resultado en Ciudad Victoria, añadió el policía, ha hecho que ahora él tema por sus familiares y amigos como nunca antes lo había hecho por las amenazas de matar civiles hechas por los cárteles
"Eso es terrorismo, en toda la extensión de la palabra", expresó.
La 'narcomanta' del mes de marzo, que amenazaba con matar civiles al azar, a menos de que el proceso de extradición contra los hermanos Treviño fuera detenido, refleja de qué manera la kingpin strategy le ha fallado a la gente de Ciudad Victoria.
Mientras los gobiernos de Estados Unidos y México celebran la captura y extradición de los importantes capos, no faltan los delincuentes de rango medio dispuestos a tomar su lugar y colgar cartas pobremente escritas a los presidentes. La manta colgada en marzo llama, con una pésima gramática, a Kiko como el líder máximo, quien ha dejado claro que está dispuesto a asesinar con tal de conseguir lo que pide.
Esa siniestra amenaza no apareció en los diarios locales. Se regó a través de las redes sociales, o de boca en boca en Ciudad Victoria. Los periodistas están demasiado asustados para publicarla.
"Es muy frustrante", dijo la reportera de un diario local de Tamaulipas.
'Seguiré ordenando ataques a la población civil en Ciudad Victoria'.
El diario, explica, se ha mantenido al margen de publicar historias sobre seguridad desde que la violencia aumentó luego de la separación de los cárteles del Golfo y Los Zetas en 2010. Hasta el momento, dijo, su diario apenas hace reportajes sobre los boletines de gobierno que detallan el número y el lugar de los muertos. Añadió que en la mayoría de las fotografías de esos mismos incidentes, publicadas casi siempre en internet, se pueden ver más cuerpos de los que dicen esos informes.
"La gente quería saber por qué no estábamos publicando lo que estaba pasando en realidad", dijo. "No era porque no quisiéramos publicar lo que sabíamos. Simplemente no valía la pena arriesgar nuestra vida".
La reportera dijo que hubiera sido un suicidio tratar de averiguar por qué hombres armados asesinaron a 11 personas de una misma familia el mes de julio: cuatro niños, cinco mujeres, dos hombres y el perro de la familia. Una de las mujeres y dos niños eran ciudadanos estadounidenses que visitaban a su familia en Ciudad Victoria. Otras ocho personas fueron asesinadas y 24 resultaron heridas en un tiroteo esa misma semana.
El Cártel de Noroeste asumió la responsabilidad por la masacre en una manta firmada por Z-40. El texto aseguraba que la masacre era una venganza por la falta de protección que el gobernador Egidio Torre Cantú les debía a cambio de los sobornos que recibía.
"Recojan a los civiles muertos que les dejé", se leía en la manta. "Seguiré ordenando ataques a la población civil en Ciudad Victoria".
Días después un hombre armado asesinó a cinco miembros de otra familia en la misma ciudad. Las autoridades encontraron los cuerpos cubiertos de balas de la abuela, la madre, sus dos hijos y una bebé de cuatro meses.
Un profesor en Ciudad Victoria nos dice que uno de los chicos asesinados era un estudiante de preparatoria en la escuela donde él trabaja, aunque no era su alumno. Sus estudiantes, de entre 13 y 15 años, luchan con la constante presión ejercida por la violencia, así como con los intentos de reclutamiento que llevan a cabo los grupos criminales.
El profesor narra que algunas veces tiene problemas para llegar al trabajo debido al peligro en las calles. Una vez que logra llegar a la escuela, le preocupa que alguno de sus estudiantes esté trabajando para los cárteles. "El problema es que no puedes ser estricto; los estudiantes dan miedo. No sabes quienes son, quienes son sus padres o sus vecinos".
La profunda desconfianza que permea en la ciudad hace que sus habitantes eviten salir de noche y tengan cuidado con lo que dicen en todos lados.
Y no parece haber ninguna salida a tales problemas. El maestro se aferra a la esperanza de que esa colisión política pueda ser negociada sin dañar a la población civil, y se ríe ante la idea de que cualquier gobierno pueda hacer de Tamaulipas un estado libre de cárteles.
"Todo esperamos que el nuevo gobierno logre un arreglo con uno de los grupos de chicos malos", dijo, "para que los cárteles nos dejen trabajar y nos dejen vivir".